Pierre Hermé (tiene varios puntos de venta, el principal está en 18 rue Sainte-Croix-de-la-Bretonnerie). Hablar de estos dulces sin citar a Pierre Hermé es prácticamente una herejía. Heredero de un linaje de pasteleros de alto nivel, se cuenta que él fue quién llevó a los macarons al éxito mundial y por eso ganó el sobrenombre de “Picasso de la pastelería”. Los sabores son particulares, desde miso blanco y limón hasta lúcumo (un curioso fruto peruano) y jengibre glaseado. Los precios son de boutique pero merece la pena.

Ladurèe (tiene siete puntos de venta en todo París, el principal está en 14 rue de Castiglione). La receta se mantiene intacta desde mitad del siglo XX, pero los sabores siempre dejan estupefactos a los degustadores, sobretodo desde que su chef estrella Claire Heitzler se convirtió en directora creativa internacional y convirtió la temporalidad y la calidad de los ingredientes en el corazón de sus productos. Un hecho curioso es que Ladurèe tiene filiales en todo el mundo, pero todos sus macarons son producidos en Suiza. En cuanto salen del horno son congelados y después son acogidos y descongelados por el pastelero que los recibe. Sin embargo, los macarons franceses y parisinos no comparten el mismo proceso: estos son producidos en un laboratorio situado en los alrededores de la ciudad, es por eso que es mucho mejor probarlos mientras visiten la capital francesa.

Sadaharu Aoki (tiene varios puntos de venta, el principal es la boutique Port-Royal en 56 Boulevard de Port-Royal). Si los clásicos sabores afrutados y florales les aburren y prefieren un toque de oriente, este es sin duda el lugar más interesante. En su pastelería, el famoso chef es muy japonés: es decir, alterna los sabores más clásicos cocinados con obsesiva perfección con la creatividad absoluta de macarons al umeboshi (ciruela salada japonesa) o wasabi-horseradish (rábano picante). Pueden encontrar sus creaciones también en eventos de moda, para los cuáles es muy requerido.

Carette (4 Place du Trocadéro 75016). Bastante cerca de la Tour Eiffel podemos encontrar esta antigua pastelería que fue abierta en 1927 por Jean y Madeleine Carette. Lleva un estilo clásico y menos complejo que las demás. Los sabores son tradicionales, con algunas variaciones como la violeta, pero sin salir demasiado de los cánones. El servicio es informal y agradable y los precios son un poco más bajos de lo normal. Toda su carta dulce es muy sabrosa, pero la délice aux framboise – un gran macaron de vainilla relleno de créme brûlée, pistachos y frambuesas frescas – es absolutamente imperdible.